Teatro / "YO, FEDRA" (Centro Cultural de la Cooperación)
Crédito foto encabezado nota: Analía Fedra García
Crédito foto cuerpo nota: Sebastián Ochoa
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En la sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, podemos disfrutar, con funciones los días viernes, de "Yo, Fedra", el magnífico unipersonal protagonizado por Ingrid Pelicori y creado por Analía Fedra García.
Este sobresaliente trabajo de dramaturgia recrea el mito griego, colocándolo en tensión con las diversas versiones existentes, trayendo al presente un personaje abordado de modo profuso a lo largo de la historia del teatro, la filosofía y la literatura. Pensemos, acaso, en autores como Racine, Eurípides, Séneca o De Unamuno. A través de un arduo proceso de investigación, las diversas Fedras resuenan en la escritura de una autora y directora dispuesta a encarar un proyecto sumamente personal.
El relato se desarrolla en una zona indeterminada, que pareciera remitir a todas las épocas y a ninguna a la vez; el vestuario elegido tampoco arroja certezas. Sobre un dispositivo escenográfico de abstracto diseño, la subjetividad autoral atraviesa la cronología y altera ciertos acontecimientos. Estamos a punto de ser testigos del absorbente retrato en primera persona: en el centro de la escena, observaremos a un personaje vivenciando sensaciones a flor de piel.
Analía Fedra García convoca a la brillante actriz Ingrid Pelicori (con quien ya había colaborado en "Greek") para dar vida a una mujer presa de su propio dilema, a medida que recorre los espacios de una casa en dónde la pasión ya no cabe. Víctima de un amor prohibido hasta los huesos -y palpitante de los pies a la cabeza-, Fedra está atrapada entre dos fuegos: uno está apagado, el otro es un maravilloso incendio.
La mítica mujer redescubre la salvaje fascinación de todo estado de enamoramiento. La brasa quema en sus propias manos, mientras reflexiona de forma retórica: ¿qué es el deseo sino una pregunta sin respuesta? Con intensidad y un encomiable talento, la sublime interpretación de Pelicori aborda un amplio rango de emociones que va del susurro al grito, del dolor al goce, del llanto a la carcajada. Magnética e hipnótica, captura nuestra permanente atención.
Torpe y enamorada, Fedra recuerda hasta retorcerse los pormenores de aquel amor furtivo en días dónde la poesía sembraba pistas en cada rincón. En un recorrido que se extiende por exactos cincuenta minutos, la protagonista también tomará la voz (el pensamiento, la palabra y la acción) de los demás personajes intervinientes: un Teseo en constante fuga, un Hipólito de imposible belleza y unos lacayos que no dejan de hablar por lo bajo. Pelicori deslumbra.
Como toda tragedia, el desenlace se llenará de fatalidad y correspondidos deseos de muerte. Sobre la pecaminosa mujer, algo más que oprobio y vergüenza es lo que prevalecerá. En este sentido, el enfoque que la autora otorga a la pieza conforma un auténtico tratado sobre el deseo, cuyo desdoblamiento habilita y justifica giros narrativos que reivindican el erotismo y el poder feminista. ¿Dónde encontrará, finalmente, su revancha?
"Yo, Fedra", soberbia adaptación de un escenario mitológico clásico, construye poderosas imágenes que el discurso teatral sostiene conformando un inquietante ensayo sobre un amor que, fundido en la naturaleza, vivirá más allá del tiempo y de los cuerpos.