Teatro / "WILDE. UN HOMBRE" (Teatro Regina)
★★★★
En "Wilde, un Hombre", Pepe Cibrián Campoy, leyenda de nuestro teatro, cumple labores de autoría, dirección y actuación, con motivo de su regreso a los escenarios para colocarse bajo la piel de un personaje complejo de la literatura mundial, y a quien ya interpretara en "La Importancia de Llamarse Wilde".
No resulta sencillo describir a un personaje como quien otorga título a la pieza. ¿Quién fue Wilde, realmente? Erudito, distinguido, elegante, audaz, provocador, incorregible. Un ser con una notable capacidad para describir la sociedad de su tiempo, se convirtió en uno de los más influyentes escritores de lengua inglesa del siglo XIX. Sarcástico e ingenioso, el autor de origen irlandés desafíó el status quo de una época que supo endiosarlo y, a la vez, denostarlo.
Poco antes de comenzada la función, un grupo de intérpretes vestidos de reos con atuendos a rayas nos dan la bienvenida ni bien ingresamos a la sala, como prólogo al impiadoso juicio que está a punto de llevarse a cabo. Sobre su figura lloverán claveles o esmeraldas: en mayo de 1895, Wilde fue confinado a dos años de prisión con trabajos forzados por ser considerado culpable de practicar la homosexualidad. Era hora de encarcelar al hombre y destruir sus textos para, de una vez por todas, derrumbar al mito.
Wilde, paradójicamente, mal autor de su destino pero gran autor de sus obras, levantó suficiente polvareda moral. Atrapado por sus fantasmas y condenado por su escandalosa conducta, un coro de voces lo adjetivó sin concesiones: 'sodomita'. Lejos de ser ni un marido, un amante o un ciudadano ideal, confrontó sus pasiones y pulsiones, corriendo los límites de lo que entendemos por marginalidad. Obsesionado con la brutal belleza de sus sombras, oscura belleza a la que buscó denodadamente, señaló, con acierto, que definir era limitar. Cibrián, centro de la escena, sabe cómo captar tales contradicciones inherentes a la debilidad y la grandeza que conviven en un Wilde a menudo incomprendido y castigado, quien sopesa el paso de los años, tomando noción de aquello irrecuperable.
A lo largo de casi una hora y media, este poético y sensible texto, despojado de todo tipo de acompañamiento musical (faceta con la que solemos relacionar la magna trayectoria teatral de Cibrián) presta especial atención a la relación que el autor estableciera con su madre, otorgando a la gran Ana Acosta la posibilidad de lucirse componiendo a un personaje que la propia Ana María Campoy interpretase veinte años atrás. Con gran desempeño, completan el elenco Mateo Benasar, Julieta Cancelli, Claudia Duce, Sofia Daher, Emiliano Cuetara, Andy Rinaldi, Jose Fiz, Brisa Aparicio, y Dante Emanuel.
Exhibiéndose durante los próximos dos meses en el Teatro Regina, la última creación de Cibrián trae a escena a un artífice de su propio legado, tan trágico y glorioso a la vez, dueño de una pluma tan mordaz como impiadosa. ¿Quién podría ser sino quien fue?