Teatro / "LA LLUVIA SEGUIRÁ CAYENDO" (Teatro Beckett)

14.06.2024

★★★★★

Co-escrita por Oscar Barney Finn y Marcelo Zapata, y protagonizada por Osvaldo Santoro y Paulo Brunetti, "La Lluvia Seguirá Cayendo", de reciente estreno en el Teatro Beckett, se inspira en los personajes de "Lejana Tierra Mía" (escrita por el recordado Eduardo Rovner), reuniendo a director y elenco, veinte años después.

En un enorme atelier, emplazado en un caserón venido a menos ubicado en el corazón de un barrio marginal, vive un hombre al que el siglo pasado ha expulsado. Un incomprendido, tal vez como Rothko o Van Gogh, preso del vértigo de un tiempo hecho de efímeras modas; alguien que quería irse, pero no pudo. De visita y presto a resolver un delicado asunto, arriba su hijo, un pujante empresario radicado en el país del norte. Alguien que anticipó la siguiente centuria y su vorágine tecnológica, de regreso luego de dos décadas de ausencia. Ambos podrían argumentar que el tango exagera con el fin de rimar: veinte años no es poca cosa; los tiempos, efectivamente, cambian.

El encuentro develará secretos del pasado: las faltas de un padre son expuestas por un hijo que siente una extraña, ambigua, pertenencia a esa casa de la infancia que en sus paredes conserva patentes recuerdos en igual medida que irreparables pérdidas. A lo largo de poco más de una hora de duración, "La Lluvia Seguirá Cayendo" despliega un lienzo formidable ante nuestros ojos: hay tantos matices en un color como perspectivas para comprender la naturaleza de una relación. Es una obra profunda, reflexiva y empática, concebida con sensibilidad, en pos de ofrecernos un estremecedor intercambio entre padre e hijo, en vías de saldar viejas cuentas pendientes.

Barney Finn y Zapata, responsables de la dramaturgia de "Brutus" (en cartel, en el Teatro Payró), nos maravillan en notable labor con una pieza que dialoga con un contexto social apremiante. Aquí, la ruptura social se hace eco en la vincular, porque hay veces en las que el amor asfixia. De la crisis del 2001 a la actual, la analogía se vuelve visible, y conviene hacer memoria. El país nos duele en el alma a todos, la calle ya no es un lugar seguro. Al repiquetear la lluvia, un clásico de Sting suena en el reproductor, apelando a la nostalgia inmediata, y recordándonos lo frágiles que somos, en última instancia...

En medio de un país que sortea una realidad infructuosa, padre e hijo buscan reconocerse. Punto de fuga convergente, el paisaje -interno y externo- ha cambiado notoriamente, y tanto uno como otro deberán aceptar culpas y errores imposibles de enmendar. Cara a cara, el reflejo no engaña: el espejo en donde cada quien expone las carencias ajenas podría convertirse en el juez más severo para sí mismos. Observamos, por un lado, la estrechez de quien no puede ver más allá de su confortable pasar. Por otro, el rutinario rumiar de un ser fiel a sus convicciones, que desea a su descendencia una mejor vejez que la propia. En este magnífico diálogo, tan sincero y poético, estupendamente actuado, percibimos cierta distancia emocional, aunque el devenir de los acontecimientos nos probará lo contrario.

Pinturas del artista Carlos Gómez Centurión decoran la escenografía predominantemente azul de esta sobresaliente obra, capaz de abarcar un amplísimo registro emocional, para llevar su reflexión desde el living de la casa hacia nuestros corazones, y de allí a otros territorios igual de atractivos. Certera, la dupla autoral se muestra igual de efectiva en indagar en el lugar que ocupa un artista, y su incansable búsqueda de un sentido creativo -aspecto no menor- que pareciera no encajar del todo dentro del mundo al que pertenece y las variables que lo definen.