DOLORES SOLÁ Y JULIETA DÍAZ PRESENTARON “HIJAS DE LA LUNA” EN TORQUATO TASSO - Marzo '24
La esencia de San Telmo cobra vida en el refugio cultural y sala de conciertos Torquato Tasso. Amantes del tango, del jazz y el folclore se congregan, cada semana, en este espacio ubicado en el corazón del clásico barrio porteño, al encuentro de propuestas musicales de relevante categoría que renuevan su cartelera. La más novedosa de ellas, en el marco de la programación dentro del Mes de la Mujer, es la que ofrece el dueto conformado por Julieta Díaz y Dolores Solá, presentándose en formato banda, y acompañadas de Agustín Barbieri en percusión, Lautaro Matute en guitarra y Alejandro Montaldo en piano.
El espectáculo "Hijas de Luna", que toma el nombre del flamenco "Hijo de la Luna", autoría del grupo español Mecano, reúne, bajo el mismo signo al particular color de dos voces nacidas un nueve de septiembre. Dolores, de amplia trayectoria musical, fundadora del grupo de tango contemporáneo La Chicana (junto a Acho Estol y Juan Valverde) y dueña de una sólida carrera solista, convocó a Julieta, quien viene desarrollando un destacado recorrido como cantante y compositora, a lo largo de los últimos años, habiendo editado dos discos junto al uruguayo Diego Presa ("El Revés de la Sombra" y "Río").
En la noche del domingo 31 de marzo, el emblemático Tasso agotó nuevamente sus localidades y en cada mesa pudo degustarse la mejor gastronomía y atractivos cócteles, amenizando la espera de un show anunciado para las 22 hs. Llamativamente, las calles bajas y empedradas de San Telmo se entrelazan en el pasado y presente de sendas artistas. Mientras Dolores se presentará todos los viernes de mayo en el Tasso junto a La Chicana, para Julieta, cantar en un escenario de este bohemio y tradicional barrio porteño tiene algo especial: vivió allí durante doce años, conformando un auténtico mapa de vida que atesora su niñez, adolescencia y juventud.
El amplio repertorio elegido para "Hijas de la Luna" estuvo integrado por aires de flamenco, zamba y folclore, así como también reversiones del pop romántico y el cancionero latino, a través de una serie de clásicos ejecutados con absoluta calidad. Un total de dieciocho estaciones vertebraron el eclético itinerario; a la luz de la luna brilló el variado paladar musical de las maravillosas cantantes: seis temas fueron interpretados a dúo y seis en solitario por cada una, respectivamente.
El rumbo trazado se movió entre los bordes de la canción criolla, rioplatense e hispana, y especial lugar ocupó el inolvidable Gabo Ferro, en logradas versiones de "Soy todo lo que Recuerdo" y "Volver a Volver". A propósito de cuya presencia, Julieta fue elocuente al definir el impacto de su poesía como 'un tren de fuego y flores'. Dolores, por su parte, nos cautivó con su talento en las conmovedoras "Y sin Embargo Te Quiero" (Antonio Quintero/Rafael de León/Manuel Quintero) y "Gallo Rojo, Gallo Negro" (composición de resistencia española). Con autoridad, también se animó a la performance en italiano "La Bambola" (de Franco Migliacci/Ruggero Cin), y generó climas de notables intimidad en "La Trampa" (Acho Estol) y "Tonada de la Luna Llena" (Simón Díaz).
Julieta, en tanto, brindó la enésima muestra de su ductilidad como cantante, a la hora de abordar -con gran acierto- registros vocales y texturas musicales desafiantes, en una trayectoria que continúa afianzándose y creciendo. Así es como entregó sentidas interpretaciones de "La Pobrecita" (Atahualpa Yupanqui) y "Estrella, Estrella" (en castellano, de Vítor Ramil), para luego lucir su costado más histriónico en "Soy Pecadora" (Ana Prada) y "Libro Abierto" (Paquita la del Barrio). En una hora y cuarenta minutos de show en donde no faltó interacción con el público, sendas intérpretes supieron cómo complementarse, con afinidad y complicidad, resaltando en ello el aspecto más lúdico y humorístico conseguido en "Y No Me Importa Nada" (Luz Casal) y "Humillate" (Grupo Pesado), camino a un bis que nos entregó "Paisaje" (Franco Simone).
Transitamos tiempos complejos para la cultura, y una velada de estas características, capaz de congeniar música y poesía, se adivina como un auténtico oasis en medio de un paradigma adverso. En palabras de Dolores, y valorando el compromiso ideológico exhibido que sintoniza con la lucha en común, se trata de aferrarse a aquello más valioso que tenemos para resistir y prevalecer: el arte y la sensibilidad son dos instrumentos tan nobles como insustituibles.